Durante ocho siglos eligiéron como asentamiento la frontera entre el Reino cristiano y el nazarí. Una hondonada resguardada de todos los vientos salvo el del Oeste y de abundantes manantiales para sus azudes y acequias. El lugar ideal para molinos harineros, batanes y huertas.
Un pueblo digno para llevar el nombre del profeta, un paraiso de luz y de agua. Un pueblo "huertero" que es atravesado por un rio de aguas frias y cristalinas, testigo sonoro del mayor bosque de pinsapos del planeta, el Majaceite. Un lugar de luchas continuas entre moros y cristianos, en el limite del Reino de Granada. Una población de orígen árabe sometida al fuego del cristianismo.
Alli estuve de nuevo recientemente, esta vez con mi Olympus e-PL5. Disfruté...
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